Un apicultor de Isla de Maipo, comuna rural de la Región Metropolitana, fue víctima de un millonario robo que dejó al descubierto la vulnerabilidad de los pequeños productores frente a delitos poco visibles pero de alto impacto.
Según lo denunciado, cerca de 90 colmenas de abejas fueron sustraídas desde su predio, afectando gravemente la producción familiar y generando una pérdida estimada en 40 millones de pesos.
Las colmenas, heredadas por el afectado de su padre tras más de tres décadas de trabajo, representaban no solo una fuente de ingresos, sino un vínculo directo con la historia y el conocimiento de la apicultura.
La víctima aseguró que el robo no solo implicó la pérdida de insumos, madera o miel, sino la desaparición de las abejas, a las que identificaba por sus características de comportamiento y producción.
Al momento de la denuncia pública, realizada a través de redes sociales, el apicultor indicó que los responsables se habrían llevado incluso las estructuras base de las colmenas, dejando solo rastros en el terreno.
El golpe emocional fue evidente: recuperar la producción será posible, pero reconstruir el núcleo de esas “familias” será un proceso doloroso.
Entre sus hipótesis, el productor apuntó a la práctica de traslado ilícito de colmenas hacia huertos de polinización, actividad que suele generar altos niveles de estrés en los insectos por el cambio de entorno.
Sin pistas claras sobre el paradero de las abejas ni los autores del delito, el apicultor se resigna a una cruda realidad: aunque no se trata de un crimen frecuente, el robo de colmenas existe y hoy le tocó a él enfrentarlo.